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sábado, 7 de enero de 2017

Croquetas en la mesa

Han pasado cuatro años desde que pasé mi primera semana universitaria en Valencia. Recuerdo vivamente como, después de siete días, volvía a casa para celebrar con los amigos las fiestas del Santo Cristo. Me inundaba una sensación de tristeza, habían sido unos días estupendos con gente nueva, y me daba melancolía marcharme. Pero por otro lado quería contarle a mis amigos todas las anécdotas vividas en esa semana, como cuando un compañero se abrió una brecha en la cabeza al chocar contra el parasol del edificio.

Han pasado tres años,  mira tú por dónde, ahora el que lleva la brecha soy yo. Las cosas van en dirección contraria. Mientras atravieso el Valle del Jiloca en dirección a Valencia, no para de inundarme la tristeza y la pesadumbre de alejarme de mi casa, de mi familia, de mis amigos. Como Tolkien comenta en su obra, basándose en la concepción de San Agustín del Bien  y del Mal:

   "Hay quien piensa que solo un gran poder puede enfrentar al  Mal.  Pero eso no es lo que yo he visto. Yo he visto, que son las cosas cotidianas las que mantienen el Mal a raya.  Los actos sencillos de amor".

Un bando de grullas cruzando el horizonte, el olor de la madera ardiendo en la chimenea, un pastor cuidando del rebaño a varios grados bajo cero. Las pieles de naranja secándose al fuego, la visita inesperada de un amigo que te despide en la estación, las anécdotas que intercambias con quien no ves desde agosto  no verás hasta abril. Croquetas en la mesa,  paseos de la mano de tus abuelos. El frío que te hiela la cara y los guantes que calientan las manos. Una hoguera por los que se van de casa y una vela por los que no vuelven. Unos prismáticos observando un herrillo y un huevo de gallina recién puesto.

Fue muy sabio quien dijo que no echas en falta algo hasta que ya no lo tienes. Que afortunado que soy por tener todo esto todavía. Que afortunado soy por ser de aquí, de Calamocha. Y cuánto le debo a quienes permiten que esto siga siendo así.

domingo, 11 de septiembre de 2016

El Camino de Santiago, siete días de ilusión.

La pregunta que más escuchas cuando vuelves es, ¿qué tal el Camino?...Buff, menuda pregunta. Cada vez que intento responderla no encuentro una sola palabra que pueda expresar mi experiencia, necesitas darte tiempo, para moldear la idea y poder obtener una descripción cercana.

Para empezar, el Camino de Santiago ha sido el VIAJE del verano, por excelencia. Aunque rehusé la propuesta de mi amiga Cristina en Junio, me dije a mi mismo: -Macho, vaya planazo. Pero por horario laboral no tenía seguro que fuese a poder hacerlo. No fue hasta que, por casualidad, me enteré de que mis amigos del Colegio Mayor Álvaro y Aleix también iban, entonces me di cuenta de las posibilidades que ofrecía este viaje. Se trataba de un viaje que organizaban unas estudiantes universitarias de Valencia, se hacían llamar HAKUNA, y lo ofrecían a quién tuviese ganas de aventuras. Total, que acabamos yendo 32 personas que apenas nos conocíamos y yo, cómo no, estaba ahí de carambola.

Lo que no podía esperar es que 31 personas te puedan cambiar tanto en apenas siete días. Después de esto he llegado a una conclusión, estar con personas buenas te hacen querer ser mejor persona. Por que desde luego, que todos eran bellísimas personas. Durante todo el Camino, tanto en los albergues, en las caminatas, en las cenas, en las barbacoas, en las horas de canto, el aire que se respiraba era alegre. Nos acabábamos de conocer y aun así nos veíamos, nos comprendíamos y finalmente, nos alegrábamos de estar compartiendo este viaje.

 Pasar una semana atravesando Galicia ha sido extraordinario, acostumbrado a ver pinares y carrascales secos, de repente te topas con un paisaje mucho más verde y nutrido, lleno de roble carballo (Quercus robur) y plantaciones de eucaliptos (Eucaliptus). Caminar de madrugada entre la niebla matinal y encontrarse a vacas cada cien metros ha sido lo normal. Seguramente, si ya llevas tiempo leyendo este blog o si me conoces, sabes que siempre tengo algún libro en la cabeza. Tuve la suerte de leerme el año pasado el libro Iacobus de Matilde Asensi, que narra la historia de Galcerán de Bonr, alias Il Perquisitore, un monje de la Orden Hospilataria que realiza la ruta jacobea intentando resolver la misteriosa desaparición de monjes templarios tras las disolución de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo en 1314. No está mal mezclar un viaje con un poco de literatura.

Como recuerdo, podría llevarme todo lo vivido y experimentado estos siete días. Pero en primer lugar van las personas. Gracias a Aurelio, Aleix, Cobachín , Cris, Estefi, Jaime, María, Nacho, a las Isabeles,  a las Sonsoles y a las gemelas, a Nacho y Mariamparo, Rubén, Javi, Pablo, Arantxa, Clara, Eugenia, Carmen 1 y Carmen 2, a Marina, Teresa y Pilar. Y como olvidarme de Chiki, Pilar, Carla y Juan Pablo, que se han encargado de organizar todo esta viaje, cosa que no ha sido nada sencilla.


Con esto despido ya la entrada, muchas gracias Hakuna por organizar este viaje y reunir a gente tan increíble.
Buen Camino.


martes, 16 de febrero de 2016

Excursión a Peña Palomera

Estaba yo la semana pasada dudando de qué hacer conmigo mismo. Había acabado ya mi "relajado" mes de Enero universitario; en el que dediqué todo mi esfuerzo a prepararme los exámenes; tras los cuales lo celebré por todo lo alto, para bien o para mal.
En esas me encontraba, cuando de repente se me ocurre hacerles una visita a mis padres, y pasar el fin de semana en Calamocha. Este plan me gustaba, porque después de un mes y medio en Valencia, necesitaba un poco del aire fresco (aunque sería sincero si escribiese frío) y seco de mi amado Teruel. La idea se transformó decisión cuando mi padre me propuso subir la montaña Peña Palomera; una cumbre de 1533 metros a la altura de Torremocha, que debido a sus escarpadas paredes es uno de los picos más singulares de la zona.


Así que el sábado por la mañana, nos pusimos las botas, cogimos los prismáticos y nos montamos en Gorro Royo, nuestro viejo Renault 4L y viajamos hasta la falda de la montaña, a apenas una hora de nuestra casa en Calamocha. Conforme nos aproximábamos nos adentrábamos por un cañón de calizas jurásicas, por el cual avanzábamos lentos, ya que nos parábamos cada poco a hacer  fotografías o a observar algún ave.


Una vez salimos del cañón que atravesaba la cordillera de Peña Palomera, llegamos a la ermita de La Virgen del Castillo, donde sorprendimos a cinco cabras montesas (Capra pyrenaica) que bebían de un arroyo cercano. Iban dos hembras adultas y tres crías. Con una temprana observación comenzamos el ascenso alegres y atentos a los pajaricos que se cruzaban en nuestro camino. Calandria, gorrión chillón, cornejas y hasta algún alcaudón real se dejaron ver. Sin embargo mi padre y yo llevábamos dos objetivos para ese día, avistar el acentor alpino y el treparriscos, dos especies esquivas que sospechábamos que se encontraban en la montaña. Los llamábamos nuestros búhos nivales haciendo referencia a la dificultad de encontrarlos.

Tichodroma muraria, comúnmente conocido como treparriscos, con su plumaje carmesí

Después de una breve parada debida por el berreo de un macho cornudo de cabra, tomamos un desvío a la derecha en el camino que, tras un empinado tramo, desemboca en una desarbolada pradera. Empezamos a darnos cuenta de que a causa de la altitud, a las carrascas y rebollos ya no les gusta tanto crecer, y su ausencia provoca largos parajes de hierba sin arboles. Es allí donde vemos al primero de nuestros objetivos, mientras observamos inas cabras en un peñasco cercano, nos sobrevuela una bandada de pájaros alegres que nos cantan. En cuanto se posan mi padre me dice entusiasmadoi :
 -Ahí está, es el acentor alpino.

Prunella collaris, el acentor alpino Resalta su bonito plumaje pardo en el abdomen.

Paraje perfecto para avistar el acentor alpino. Le gustan sitios con poca cobertura y rocosos.

Aunque me costó reconocerlo lo acabé reconociendo. Preseguimos nuestra ruta hacia el pico, que básicamente consistía en crestear, ya que casi nos encontrábamos a la altura adecuada, y china chana continuamos nuestra marcha.  Al poco tiempo, llegamos a un collado pelado de árboles desde el que vislumbramos ya el pico. En estos prados le gusta pastar a la cabra monté, puesto que se encuentran rastros suyos y excrementos por todos los sitios.


 Nos dedicamos a merodear las paredes de la cresta para intentar localizar a nuestro segundo "búho nival"; el treparriscos, un paseriforme hermoso que se caracteriza por tener las alas de color carmesí. Dándonos por vencidos al no verlo, coronamos el pico y almorzamos cerca de él, en un sitio un pico más resguardado del viento.




Es bonito ver como las sabinas crecen en medio de un toque vertical, donde no los hace nada más. Esto me recuerda a una frase que nos dijo un anciano de Ababuj a mi padre y a mí hace cuatro veranos cuando recorríamos el río Alfambra buscando chopos cabeceros. La frase decía, "esos arboles que crecen en la pobreza, de forma austera, sobreviven a lo que les eches", refiriéndose a un chopo que había crecido  colina arriba, muy lejos del río. El chopo es una especie que requiere mucho agua y vivir en un sitio con tan poca humedad de suelo puede ser un problema para el árbol.



Como ya se iba haciendo la hora de comer y el tiempo no nos sobraba, hicimos una bajada de la montaña bastante más rápida, con menos paradas. A la vuelta a casa, tuve la aventura de coger el Renault 4 para volver a casa, el cúal es un coche sensible y que le gusta guerrear (tenemos un pique mutuo), pero el viaje fue sinceramente muy agradable y fácil de manejar comparado con experiencias anteriores. Y así volvimos a casa, sin ver a una de nuestros trofeos; así es la vida, no siempre se gana.


 

viernes, 28 de agosto de 2015

Un verano para no olvidar (I)

Ahora que ya han acabado las fiestas de San Roque, he dedicado un poco de tiempo a a pensar en todo lo pasado a lo largo de los dos últimos meses. He cumplido varios de los planes que tenía pensados, y dado que el ritmo de vida que me gusta es aquel en el que no parar de hacer cosas es una fuente de felicidad, puedo concluir en que este está siendo un verano memorable.


Nada mas acabar exámenes el 6 de Julio, entre Esther, Lucía, Jorge y yo volvimos a sacar adelante una acampada al Sabinar de Olalla. Siguiendo la tradición establecida el año anterior, fuimos en coche hasta nos fue permitido por un coche poco preparado para el campo, pero valiente y curtido en batalla. Montamos la tienda de campaña en una dehesa cerca del río y pasamos la noche entre risas y visitas inesperadas de nuestros amigos los jabalíes. Al día siguiente tras una paseo matutino recogimos todo y fuimos hasta la Torre de Fonfría a comer, donde Lucía nos enseñó la geografía comarcal.






El 11 de Julio, pocos días después, pudimos acercarnos casi todos los amigos a las fiestas del Ángel en Teruel (Vaquillas para toda la gente normal). Disfrutamos de un gran día paseando por la ciudad siguiendo charangas y parando de peña en peña a escuchar un poco de música. No faltó fiesta por la noche, la cuál recibimos con los brazos abiertos, aunque acabamos destrozados de tanto andar y bailar, y acabó haciéndose un poco larga.




Pero la aventura más grande en la que me he embolicado este verano ha sido mi estancia en Iruña durante un mes. Fui para allí el 14 de Julio para ir al CIMA (Centro de Investigación Médica Aplicada), un centro de investigación de la Universidad de Navarra, donde estuve trabajando de prácticas por el investigador Rafael Aldabe Aguerri y Beatriz Carte Abad. Esta estancia me permitió afianzar los conocimientos aprendidos a lo largo de este segundo curso de Biología, así como me enseño técnicas de laboratorio las cuales en clase en vistas solo teóricamente (distintos tipos de PCRs, determinara la contaminación por micoplasma, la generación de ratones knockout y muchas otras).



Durante la primera semana me asenté en Pamplona y durante las tardes libres me dediqué a conocer la ciudad (visitar los edificios más famosos, ir al cine pasear), donde dar largos paseos por la Ciudadela de Pamplona y tumbarme en su césped a leer se convirtieron en mi mayor pasatiempo. Además de ser la primera vez en la que iba a pasar un mes solo, también fue mi primer enfrentamiento a gran escala contra uno de mis mayores enemigos, la sartén y la cazuela. Durante los primeros días te hace gracia lo de cocinarte tus comidicas, pero a la semana ya estas harto de cocinar, de fregar y de que el cuarto huela a aceite usado.



Las semanas siguientes mejoraron, debido a que un amigo de Valencia, pero que es de Pamplona me animó a quedar con sus amigos, y no pudo tener un idea mejor, gente maja agradable y que me aceptaron como uno más. No paramos durante esas semanas, visitamos Puente la Reina, Estella en su fiesta medieval (donde me encontré con el grupo aragonés Lurte), Lodosa, Sartaguda, Olaz y nos subimos uno de los picos de las Dos Hermanas. Durante las dos últimas semanas también las compartí con Jasmine, un amiga navarra que estudia Bioquímica e iba a pasar los siguientes meses del curso en el Laboratorio 4.04 con Rafael y Bea.




Esta gran experiencia acabó cuatro semanas después, e 7 de Agosto cuando dejé esta gran ciudad a la que le cogí sincero cariño para volver a Calamocha para prepararme para unas de las mejores Fiestas de San Roque que he vivido.


Lo queda por decir en esta parrafada de entrada es dar las gracias a todas las personas que me han ayudado y que han vivido este mes conmigo con esa intensidad, tanto a los que he nombrado como a los que no. Muchas gracias.


domingo, 1 de febrero de 2015

Un año sin ti

Querido yayo:

Ha pasado un año desde que te fuiste, un año lleno de silencios vacíos y nuevos para aquellos que te conocimos y que te recordamos cada vez que pasamos por la calle Castellana. La ausencia de tus consejos, tus bromas y tu cariño sigue presente en Valencia cada vez que paso cerca de tu casa. Me acuerdo de tus paseos por el barrio, del quiosco donde comprabas el periódico, de la parroquia de Lourdes.
Te extrañamos este verano en casa mucho. Se hizo muy raro no pasar el mes de agosto contigo en el jardín, leyendo tus libros de historia. En la comida del 15  de Agosto faltaba el cabeza de familia presidiendo la familia. No ha sido fácil acostumbrarse a tu ausencia.
Los libros que se quedaron en tu piso de valencia ya nunca serán subrayados, ya no serán devorados por tu anhelo de conocimiento, de trabajo y de esfuerzo. Nos has instruido junto con la yaya un estilo de vida ejemplar inculcándonos el amor por el conocimiento, por ser pequeños descubridores, por apreciar las sencillas cosas de la vida y sobre todo, trabajadores.
Tu día a día era un constante lección que nos dabas a todos. Me acuerdo de nunca dejabas de trabajar, incluso las últimas veces que fui a verte siempre estabas subrayando libros o revistas; nos demostrabas, que a pesar de estar en tus noventa y dos años había cosas que merecía la pena de saber y recordar. Unos buenos apuntes o esquemas, que tal vez ya nunca leyeses siempre amenizaban la lectura. 
Bueno yayo, me despido ya. Siempre estás en nuestro recuerdo y en nuestro corazón.

Te echamos de mucho de menos.

Tu nieto Chabi.


miércoles, 19 de noviembre de 2014

Excursión en las hoces del río piedra

Puede que la crónica de esta pequeña aventura llegue un poco a destiempo, pero ya se sabe...mejor tarde que nunca. Este relato comienza el 8 de Julio del verano pasado; cuando felizmente, acabe mi primer curso del grado de Biología realizando el examen de la asignatura de Física. Cansado tras la larga prueba cuatrimestral, recogí las cosas que me quedaban en mi residencia de Valencia, y volví a Calamocha para dar comienzo a mi verano. Cómo buen hijo de vecino, unos días antes de acabar exámenes había estado pensando en mi lista de cosas que hacer en  mis vacaciones y había una de ellas que resaltaba un amarillo chillón de haber sido subrayada varias veces por mis neuronas. Una Acampada.


El plan se preparó rápido, como si fuesen piezas de un puzzle que encajasen solas. Antes de acabar el día ya tenía compañeros mochileros; Jorge, Esther y Lucía. Al día siguiente a mitad de tarde llegamos a Torralba de los Frailes, y metiéndonos por un camino, nos dejaron a la entrada de las Hoces del Río Piedra. Andando y de buen ánimo, recorrimos el fondo del cañón hasta sobrepasar unos cuanto meandros. Escogimos (un poco mal por cierto, ya que estaba inclinado) el terreno sobre el que acampar, y allí montamos la tienda de campaña y dejamos las mochilas. Paseamos por los distintos barrancos del cañón y trepamos algunos peñascos, lo mejor para ir abriendo el apetito. Cuando el sol empezó a bajar, sacamos los bocadillos y nos dispusimos a preparar los sacos, ya que, a diferencia de los pueblos y las ciudades, en el monte al caer la noche la oscuridad inunda lenta y vagamente el paisaje.








La noche transcurrió con risas hasta medianoche, cuando la mayoría decidimos dormirnos,...pero ahí no acabo todo. A eso de las dos de la madrugada, me desperté aun medio dormido por un sonido, parecía que alguien estuviese gritando. Eran sonidos cortos, oscos y muy fuertes; me giré pensando que alguno de mis amigos estaría haciendo alguna broma o el tonto, pero no. El gemido resonaba en todo el cañón, y cuando ya parecía que estaba muy cerca Lucía dio unas palmadas que ahuyentaron al animal.Al día siguiente me levanté una hora antes que el resto y subí a lo alto del cañón. Cuando escuche que se levantaban bajé a desayunar y ya, cuando nos preparamos comenzamos la excursión arroyo abajo.

La mañana era inmejorable, un sol cálido mezclado con la fría agua de rocío de la hierba nos acompañaron hasta las diez de la mañana. Tuvimos la suerte de ver varios nidos de buitres leonados, algún halcón peregrino y un alimoche. La aventura acabó en torno al mediodía cuando recogimos el campamento y volvimos andando hasta el pueblo, donde nos esperaba para llevarnos de vuelta a casa. Sin duda uno de los mejores momentos del verano.








martes, 16 de septiembre de 2014

Mi experiencia en Burnham Beeches

Durante las dos ultimas semanas de Julio, tras el final de mis exámenes, fui a participar como voluntario al inhóspito bosque de Burnham Beeches (BB), situado en el condado de Bukinghamshire, a 50 kilómetros al oeste de Londres. Allí me alojé en la casa de Helen Read, una bióloga experta en árboles antiguos, que trabajaba en este bosque en el sector de conservación forestal, juntos con otras personas. La estancia en casa de Helen fue cálida, ya que tanto ella como su marido, Mark, me atendieron plenamente y me ayudaron en todo lo que pudieron.




Burnham Beeches es un bosque propiedad de City of London Corporation, y su uso actual es el de lugar turístico, así como un lugar donde las vacas pueden pastar libremente, de hecho no era difícil encontrarse a pequeños grupos paseando por los caminos del parque, devorando la hierba fresca que crecía entre los sauces. También tenían algunos caballos salvajes a los que llamaban "ponies", pero que eran bastante más grandes y musculados que los ponys domésticos.



Mi trabajo cómo voluntario en BB fue muy variado, pues prácticamente cada día Helen me asignaba una tarea diferente. Algunos días trabajaba con ella recorriendo el bosque en busca de indicadores vegetales de la situación del ecosistema. Por ejemplo, debíamos buscar 10 manzanos con fruto, o 5 sauces jóvenes para poder analizar y considerar la situación real del bosque (así con otras 70 plantas, cuya traducción se me escapa y que pocas sabía reconocer). Otro día me puso en manos de los "ecovolunteers" y nos dedicamos a recoger muestras de invertebrados que caían en sencillas trampas que previamente habían colocado en lugares frecuentados por estos. Las trampas consistían en un vaso lleno de anticongelante enterrado a ras del suelo. Posteriormente los separábamos en el laboratorio del BB y los agrupábamos en distintos grupos.
Otro día nos dedicamos a analizar la proporción de plantas que podíamos encontrar atleatoriamente en una parcela de un tremedal usado para el pasto de los "ponies". En esta analizábamos las especies de todas las plantas que encontrábamos, el porcentaje de aparición y la altura media.


También pude trabajar con los voluntarios en tareas más manuales de jardinería y cuidado del bosque con los voluntarios de BB, dirigidos por Ed (un escocés muy amable y bromista) con los que estuve dos días. Con ellos despejamos los caminos podando las ramas que crecían demasiado, arreglábamos cursos de agua que se llenaban de hojas y piedras y comenzamos a construir una valla para colocar más animales de pasto en el parque.


También tuve la suerte de asistir al ochenta cumpleaños de Ted Green , uno de los mejores fitopatólogos de toda Gran Bretaña y un amante y experto del mundo de los árboles viejos. Acudí allí con Helen y con Mark, y Ted me cedió la oportunidad de explicarle a sus colegas el gran trabajo que está realizando mi padre sobre el Chopo Cabecero. Aunque me daba un poco de corte, me lancé al ataque con lo que pude. Allí volví a ver a Rob y a Jill Butler, expertos también de los árboles que conocía debido a su estancia en Teruel para asistir a la Fiesta del Chopo Cabecero, o como Ted McBride y Rob decían: Chopo...¡FIESTA!


Como conclusión, no puedo estar más agradecido a Helen Read y su marido por acogerme en su casa y dejarme pasar esta increíble temporada con ellos, donde he podido refrescar mi inglés y continuar con mi formación de biólogo, así como visitar el centro de Inglaterra.



domingo, 4 de mayo de 2014

Fliegerlied

En es momento en el que cierras los ojos, y te transportas a la Peña la Unión, subido a una mesa de madera, rodeado de gente agitando grandes jarras de rellenas de mil cervezas distintas. De repente suena la canción Fliegerlied y todo el mundo esta cantando y riendo. En ese momento, justo en ese, se te escapa una sonrisa, abres los ojos y te encuentras haciendo el avión en tu habitación, en la calle, en clase o en el trabajo. Eso amigos, es la felicidad materializada.
Viva la Peña la Unión.


lunes, 5 de agosto de 2013

Acertijos y enigmas

Verano: calor, descanso, playa, relajación,... es tiempo de disfrutar el tiempo libre y hacer todas esas cosas que no podemos hacer durante el curso. Algunos se pasan todas las vacaciones fuera de casa, otros prefieren usar la técnica de la madrugada del pellejero, como decía mi abuelo, que le daba el sol en en culo y pensaba que era el lucero. En mi caso yo intento aprovechar al máximo el tiempo del que dispongo para ir a la peña con los amigos, ir a la piscina, hacer un poco de deporte, estar con mis abuelos y otros entretenimientos, de los cuales destacan el ajedrez y resolver misterios y acertijos.


Al primero no juego tanto como querría, porque en mi casa casi nadie juega y en la peña nos gusta hacer más bien pavadas; pero el segundo puedo hacerlo gracias al blog LA CIENCIA DE LA DEDUCCIÓN. seguro que te estas pensando:
 -Menuda forma de perder el tiempo más inutil y aburrida. Para usar la cabeza ya tengo el curso. No me pienso esforzar en nada que para algo estoy de vecaciones.
Lo primero, eso me suena muy a borrego; y lo segundo, te equivocas. el tener ocupada la cabeza con un enigma que te parece imposible de resolver te permite no rayarte o preocuparte por tu vida. Te enseña a ser objetivo, a no tener prejuicios, a pensar de una forma metódica y científica. Y además te da una gran satisfacción si llegas a una conclusión correcta.



Este blog llegó a mi de una forma inesperada e incluso casual. El redactor del blog, imagino que buscando una entrada interesante sobre la deducción o Sherlock Holmes, llegó a la entrada que escribí hace un año La ciencia de la deducción (casualidad por los nombres ¿eh?). y al ver que a mí me podía interesar su blog, me lo dejó allí en un comentario. Me metí a él y enseguida le cogí el tranquillo al asunto y enseguida decidí resolver uno de los casos por mi mismo. Imaginaos mi sorpresa cuando vi en una tabla de ranking de casos resueltos, que estaba el 3º de una lista de 17. La alegría inundo mi cabeza y comenzó a aparecer un sentimiento de orgullo.



Ojalá tu puedas disfrutar este blog tanto como yo. Anímate.

martes, 23 de julio de 2013

En el tren de cercanías

Son las siete de la tarde y a pesar de estar a finales de Julio necesito abrocharme la sudadera. El cielo está nublado y con frecuencia puedo encontrar en el cielo relámpagos como si fuesen los flashes de mi peña. Me encuentro en la estación nueva de tren de Calamocha y mi viaje comienza con diez minutos de retraso. A lo lejos veo que el cercanías que realiza la ruta Zaragoza-Teruel-Valencia va avanzando como una culebra en un herbazal.
Para y apenas se bajan cinco personas mientras otras siete suben. En el vagón no hay mucha gente, aunque hay más de la que me esperaba. Somos trece, de los cuales tres paramos en Teruel, un par van a Segorbe y el resto se apearán en Valencia. El viaje se pasa rápido gracias a la compañía que me hace un buen libro. Los rayos rayos y el constante traqueteo parecen algo que viniese con el propio viaje.
Me fijo en que la mayor parte de los viajeros son turistas; unos son japoneses y otros centro-europeos.¿Qué harán aquí? Cuando la voz grabada de una mujer indica que llegamos a Teruel cojo mi equipaje, con el llanto de un niño y como música de fondo, desembarco en la estación de Teruel para comenzar una nueva aventura.

domingo, 7 de julio de 2013

Un nuevo inquilino en el jardín

Esta entrada se la quiero dedicar a un animal que vive muy cerca de nosotros, pero que pasa muy desapercibido para aquellos ojos que no intentan comprender la naturaleza que nos rodea. Se trata del sapo corredor (Epidalea calamita), un pequeño anfibio al que podemos encontrar en zonas cercanas a pequeñas charcas, saltando de roca en roca.



El pasado martes, estando en el campo ayudando a mi padre, encontramos unos 35 sapos, saltando cada uno en una dirección, al lado de un pequeño charco que se había formado por las lluvias de estos días, y, como si fuese un niño pequeño, cogí a dos para la charca de mi jardín. Ambos han sobrevivido, y por las noches se les puede oír cantar, como si fuese un dueto de opera. Esto es un buen indicador de que el jardín está sano.



Os animo a que salgáis siempre que podáis al campo, la infinidad de aventuras que os aguardan en él son sumamente variadas. ¿No os las querréis perder no?


viernes, 24 de mayo de 2013

Se ha acabado el curso

Buenas noches queridos lectores. Lo primero que debo hacer es disculparme por el abandono y por mi ausencia en este pequeño cuaderno de notas, al que con el tiempo le hemos cogido cariño. Durante las últimas dos semanas he tenido mis exámenes finales de 2º de Bachillerato, hasta hoy que a 24 de Mayo hemos tenido el examen de Biología, el último del curso hasta selectividad. Era un examen largo (nos entraban 410 páginas) y el tiempo iba en nuestra contra, pero aún así creo poder decir que tanto yo como mis compañeros nos hemos defendido con uñas y dientes por sacar de él la máxima nota. 


Bueno, ahora que tengo un pequeño descanso sin el estrés de los exámenes ni bajo el del café, me paro un momento a reflexionar sobre un par de cosas. Este año ha sido un año muy diferente para mí. He descubierto que las cosas ya no se pueden hacer a última hora; si te pierdes una clase o te pones a estudiar muy tarde,... adiós muy buenas. Tener cuatro exámenes en cinco días y además tener encima la carga de necesitar una buena nota para alcanzar una buena nota media es una sensación que no creo que olvide, pero tampoco creo que vaya a ser la última vez que la perciba.En cuanto al año que viene, quién sabe donde estaré. Creo (muy importante este matiz) saber que opciones me gustaría coger: en primer lugar me gustaría cursar la carrera de Biología, pero en el caso de que esto no pudiese ser, la de veterinaria tampoco me disgusta.


 
Da mucho desasosiego el no saber que elegir, ya que parece ser que cada semana me gusta más una, y a los pocos día me gusta más la otra, pero espero que tome la decisión que tome, nunca me arrepienta de mi decisión. Creo que ese es uno de los pocos consejos que puedo daros, cojáis lo que cojáis manteneos firmes como defendía Descartes. 

domingo, 5 de mayo de 2013

Un año

Hoy, 5 de mayo del 2013, En un rincón de mi conciencia hace un año. Con 3474 visitas y 41 entradas comienza el segundo año. Este blog, que me sirve de cuaderno de notas mentales, hemos tenido situaciones de todo tipo, entradas entusiasmadas, sentimentales, forzadas, periodos en blanco, otros con una entrada cada cinco días,...Cuando lo cree, lo hice porque quería dejar de estar aburrido en mi casa sin saber que hacer y ahora mismo tengo comenzada una novela y he escrito un poema (más malo que el vino de caja), desde luego quien lo diría.
Bueno quiero agradecéroslo a todos el público, pues de nada serviría que escribiese hasta hartarme sin que nadie lo leyese. Sobre todo se lo agradezco a mis amigos de la peña Zuriak, por animarme con las entradas, sobretodo a Lucía :-). Ojalá este blog dentro de un año tenga muchas más visitas, entradas y algún que otro seguidor (que es la parte que me falla).
Muchas gracias por escucharme
Chabi

viernes, 12 de abril de 2013

Noche en Anento: aventura sin igual

Acampada: dícese de excursión llevado a cabo por un grupo de jóvenes, que van al campo, pasan la noche fuera de casa y se lo pasan bien. Madre que si te lo pasas bien. Todo comenzó el martes 2 de abril, en plenas vacaciones de Semana Santa, tras un intenso trimestre de estudios, convencí  a mis amigos Jorge, Lucía, Alba y Esther para venirse a Anento a pasar una noche y a hacer un par de excursiones; y así desconectar un poco de tanto estrés. Así que bien aprovisionados y con las pilas cargadas, quedamos en la Estación de Autobuses de Calamocha; Lucía, Esther, Jorge y yo (ya que Alba reside en un pueblo cercano a Anento) para comenzar la aventura. Nos llevaron en coche hasta Báguena, donde recogimos a Alba y comenzamos la excursión.
Tomamos un camino de 4 km asfaltado que lleva de Báguena a Anento, que pasaba al lado de unas cuantas granjas. El camino fue corto y ameno, así que antes de que pudiésemos cansarnos llegamos a la parte en la que el camino se disocia en dos rutas, la de la derecha hacia el Arguilay, y la de la izquierda a Anento. Ya habíamos recorrido dos de los cuatro kilómetros, y en media hora ya estábamos en el pueblo.  Tomamos un cerveza en el bar, fuimos al albergue y dejamos las mochilas y los sacos de dormir. Era un edificio acogedor y alegre, con muchas pintadas en el interior. Eramos los únicos que íbamos a estar alojados esa noche, por lo que nos asignaron un pequeña habitación para seis personas situada en la planta baja.





Tras esto decidimos dar un paseo por los lugares más conocidos del lugar, así que visitamos la iglesia desde fuera, callejeamos un poco y cogimos el camino que lleva al castillo medieval. Entramos en él, un sitio muy bonito y muy bien restaurado, desde el cual se puede ver todo el Valle del Jiloca. Mientras bajábamos, nos metimos en una pequeña cueva que había en la ladera. Este tipo de formaciones son muy comunes y características del rodeno, pues las arcillas son fáciles de transportar, y tras millones de años sometidas a la acción de la lluvia, se crean huecos que acaban siendo verdaderas grutas. Continuamos nuestro camino hasta que nos encontramos un cartel donde nos indicaba el sendero a seguir para llegar al Aguallueve, y como aún teníamos fuerzas, nos encaminamos hacia allí. Durante el camino vimos 4 o 5 cabras que corrían por la ladera de enfrente; eran extraordinarias, su capacidad para trepar sin necesidad de manos parece algo incluso fantástico. Así que chino chano llegamos al Aguallueve, y pasamos el resto de la tarde por los montes de alrededor del pueblo.





A la noche volvimos al albergue, y cenamos y hablamos hasta casi la 1, hora a la que nos metimos en nuestros respectivos sacos y nos echamos a dormir. A la mañana siguiente nos levantamos a las 10 para tomar el desayuno. Cada uno durmió como pudo, pero a las diez y media ya estábamos en ruta otra. Volvimos por el camino hasta la bifurcación nombrada antes, y nos dirigimos al Arguilay, y, tras ver la bonita cascada, trepamos hasta la cima del Arguilay, y al llegar arriba os puedo asegurar que tuve una sensación indescriptible, de bienestar, de tranquilidad, de calma. Estábamos ahí arriba y tenía la sensación de que todo estaba donde debería estar. Fue un pequeño momento de felicidad. Tras una pequeña pausa, recorrimos el camino andado, comimos y volvimos a Calamocha tal y como habíamos llegado. Fueron unos muy buenos dos días.



miércoles, 3 de abril de 2013

Acampada

La acampda ha sido un éxito, tanto por los compañeros que me han acompañado, como por los paisajes y las experiencias.

domingo, 17 de marzo de 2013

Cuando te caes, siempre alguien te ayuda a levantarte.

Por ellos, por ese grupo de personas con las que compartes locuras y aventuras, por ese grupo de chalados que son tus amigos: porque te hacen reír, por que te ayudan, te acompañan en las largas horas de la EOI y hasta te compran helados con nombres raros (un trufoplus bien merece la pena). Te invitan a un chupito, les invitas a una cerveza, te dan bizcocho cuando necesitas tener el estómago ocupado por algo, o te regalan un bolsa de chuches al principio de la noche para cuando sea menester.
Siempre que estas de bajón están ahí, siempre que estás eufórico, están ahí. Por eso y mucho más os agradezco todo los ratos juntos y las risas que nos echamos. Es un gozo teneros como amigos.