sábado, 5 de julio de 2014

La culpa no solo la tiene el resto.

El peor dolor en nuestras vidas procede de los errores que nos negamos a reconocer: cosas que hemos hecho que están tan en desarmonía con quienes somos que no podemos contemplarlas. Nos convertimos en dos personas en una sola piel, dos personas que no se soportan. El mentiroso y la persona que desprecia a los mentirosos. El ladrón y la persona que desprecia a los ladrones. No hay dolor como el dolor de esa batalla, que arde bajo el nivel de conciencia. Salimos corriendo para huir, pero corre con nosotros. Allá adonde vayamos, la batalla nos acompaña.

Cuando uno comete un acto irresponsable y/o vergonzoso bajo presión, acostumbramos a pensar que no podríamos haber cambiado las cosas. Nuestra cabeza solo piensa en lo mala persona que era esa tercera persona que nos impulsa a hacer cosas malas. Pero no nos engañemos, los culpables somos nosotros, quienes considerándonos débiles no movemos ni un dedo por cambiar las cosas. Siempre tenemos más culpa de la que nos atribuimos, por eso es tan importante disculparse, pedir perdón, mostrar a la persona a la que dañas que las cosas no han cambiado aún, pero que vas a poner todo de tu parte por que cambien. Si la persona a la que tú has herido te mira a los ojos y te perdona, te entrega unn segunda oportunidad. Pero si le fallas una segunda vez, le demuestras que toda su confianza, el vinculo entre los dos, es incorpóreo.


1 comentario:

  1. El sentido de la vida es, por suerte o desgracia, el error. ¿Qué seríamos sin equivocarnos? ¿Máquinas perfectas sin sentimientos? Me gusta la forma que tienes de expresar tus ideas en un ''papel''. Chapó.

    ResponderEliminar