Aquí os dejo, queridos amigos, un relato propio que presenté al VI Certamen Literario Amantes de Lechago. La historia de por qué decidí comenzar a escribir no es sencilla de plasmar en un papel, no obstante este relato no es muy largo y tiene la extensión suficiente para hacer una tirada de tres entradas, las cuales subiré, una cada semana. Es una obra propia y le tengo mucho aprecio, sobre todo, porque es la primera. En caso de que os guste utilizad los comentarios. Espero que os guste.
JUNTO A LA LUMBRE
El olor a pino quemado había inundado casi toda la sala de
estar. En el fondo de ésta, en una chimenea de piedra adosada en la pared, el
fuego comenzaba a calentar la estancia. Esporádicamente se producían belicosas
explosiones en el interior de la llama, producto de la combustión de la resina
seca presente en los leños.
Me quedé mirando ensimismado
las bailarinas llamas, como si no hubiese cinco personas más en la casa.
Como si, en ese momento, solo existiese el fuego. Y es que el fuego tiene ese
carácter mágico, que te hace abstraerte de la realidad, calmando tus
pensamientos y aclarándote la mente.
-Eh, Don Pablo Esmerado. ¿Por qué no pones la mesa? Hoy de la
cena se encargan Ricky y Marta.
Las palabras me sacaron de mi sopor, y aunque sabía
perfectamente quién era la propietaria de la voz, me giré tranquilamente y en
silencio para mirar a Esther. Llevaba el pelo mojado y se había puesto ropa
cómoda y unas sandalias. Se dedicaba a desenredarse el pelo recién lavado con
un cepillo.
-Ya voy Doña prisas, parece que aquí uno no puede ni tomarse
un descanso. ¿Ya habéis dejado libre la ducha?
-Sí, ya es toda tuya; aunque no sé si te quedará agua
caliente.- dijo arqueando la ceja, dándole un aire malvado a su cara de niña
buena.
-Pues lo primero es lo primero, ya te ayudo en cuanto
termine. Voy corriendo antes de que se me cuele Alberto, que se puede pegar una
hora ahí dentro.
Me levanté de un salto y me dirigí a una habitación adyacente
a la sala de estar. Era una habitación amplia, amueblada de forma sencilla pero
con cierto encanto. Nada más atravesar la puerta había dos camas simples con
sus respectivas mesillas de noche, una a cada lado de la puerta; y un único armario
de pino al fondo. Al fin y al cabo eso era una casa rural, no un hotel.
Cogí la toalla y una muda de ropa limpia y ocupé el baño. Era
el momento de quitarme el polvo y el cansancio, me di una ducha de agua caliente,
aunque poco a poco reducía la temperatura a la que salía el agua hasta que el
frío caló mis huesos y relajó mi cuerpo.
El fin de semana estaba siendo muy divertido. Apenas hacían
dos semanas desde que sonó el teléfono móvil, y la pantalla se iluminó con el
nombre "Esther Universidad". Habían pasado seis años desde que habían
acabado el Grado en Farmacia en la Universidad de Valencia; y cuatro desde la
última reunión del "escuadrón de biblioteca". Seis años... No habían
sido el típico grupo de amigos que encajan desde el primer día. Todo empezó
cuando Alberto y yo, que éramos amigos de la infancia, empezamos a quedar para
preparar el examen de Química Orgánica en el segundo curso. Esta asignatura
tenía fama de ser una de las más duras de la carrera, la cantidad de
repetidores en nuestra clase lo corroboraba, así que empezamos a estudiar en octubre.
A los pocos días nos dimos cuenta que Ana y Marta, dos compañeras de clase,
también habían decidido empezar a estudiar con antelación, así que empezamos a
quedar los cuatro juntos. Con el tiempo empezamos a compaginar la biblioteca
con alguna cerveza en la cantina de la facultad. A lo largo del cuatrimestre,
se unieron dos personas más; Ricardo y Begoña, novios desde primero de carrera.
Aunque Begoña estuviese estudiando Ciencias Biológicas, muchas veces nos
acompañaba; pero cuando ella y Ricardo cortaron durante tercero, ella se
distanció del grupo y pasó a ser una de esas personas con la que has tenido
muchas vivencias, pero que solo le dedicas un hola, ¿qué tal? cuando te la
cruzas por la calle.
Grande Chabi!
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