Publico la segunda parte del relato propio que presenté al VI Certamen Literario Amantes de Lechago. La verdad es que la primera parte ha sido un éxito, y ha tenido más lectores de los que podía esperar, gracias a todos por aportar vuestro granito de arena. Espero que os guste esta segunda parte, no dudéis en comentar la entrada con cualquier duda, sugerencia u opinión.
JUNTO A LA LUMBRE II
Por último, se unió Esther. Ella también estaba en nuestra clase, y fue recibida con agrado por el grupo. Desde el primer momento me pareció una chica distinta. Tenía mucho carácter y era la más aplicada del grupo con diferencia. A menudo le tocaba hacer de profesora más que de compañera de estudio. Así el grupo se terminó de consolidar, y durante los años siguientes de carrera fraguamos una intensa amistad. Con el tiempo Esther y yo nos conocimos a fondo, no había secretos entre los dos, pero nunca superamos ese umbral de complicidad. Ambos teníamos pareja durante esa etapa de nuestras vidas, especialmente Esther, que llevaba con su novio desde la secundaria, y esa historia parecía de las que acaban en un altar con muchos invitados vestidos de gala. Años después, había sonado el móvil, y el grupo se volvió a reunir, para que esas experiencias no cayesen en el olvido, y qué mejor que sacar las botas de campo y pasar juntos un fin de semana en la montaña.
-Madre mía, qué buena pinta tienen estos tallarines con ternera. Marta, Ricardo...estáis hechos unos chefs.- comentó Alberto comiéndose con la mirada el plato que le habían servido.
-No solo tiene buena pinta, sino que además está muy rico. Quién lo diría.-dije al probar la comida.
- Sí, ¿cómo ha cambiado la cosa, eh? ¿Os acordáis de cuando Ricky dejó la residencia y se fue a un piso por primera vez? Quemaba hasta las tortillas francesas.-dijo entre risas Ana.
-Por algo las cenas nunca se hacían en su casa.- Esther se acababa de unir al bombardeo de burlas.
-Pues ahora en casa me tiene encantada. Pasó una temporada cuidando a su abuela en el pueblo, menudo curso intensivo de cocina. Volvió hecho un cocinitas. Además innova mucho en sus recetas, y se deja la piel en cada plato.- dijo Ana dedicándole una sonrisa a Ricardo. Este se la devolvió y cariñosamente la cogió de la mano.
Las cosas habían cambiado un poco. Ana y Ricardo empezaron a salir durante el último curso de carrera, y ahora estaban prometidos. La boda sería el invierno siguiente; una ceremonia a la que por supuesto el "escuadrón" asistiría. Esther lo había dejado con su pareja hacía un año, sin más; como ya estábamos distanciados ninguno sabíamos muy bien qué pasó. Por otro lado Marta acababa de cerrar un episodio sentimental de varios años, al descubrir una infidelidad; y Alberto seguía sin atarse a ninguna persona. Su comportamiento era cínico acerca de las relaciones, siempre lo había sido. A lo mejor nunca cambiaría, o a lo mejor aún no había encontrado esa persona que te rompe los esquemas, y que le da un vuelco a tu concepción del amor.
Después de la cena, nos trasladamos a los sofás que habían enfrente de la chimenea, y Alberto y Ricardo sacaron un par de botellas de ginebra, se pusieron a preparar unos gin-tonics. La primera copa se esfumó entre anécdotas y carcajadas. Cuando empezaron a preparar la segunda, me fui a la cocina y saqué la botella de vino que no nos habíamos acabado durante la cena. Era un tempranillo muy bueno. Esther, adivinando mis pensamientos, me pidió que le cogiese una copa a ella también. Así que eso hice, cogí las dos copas y la botella y nos sentamos los dos en el suelo, apoyándonos en el sofá, mientras las risas y el calor de la llama nos envolvían. Conforme avanzó la noche, nuestros compañeros se fueron despidiendo y yéndose a sus respectivas habitaciones. Cuando se levantaron Ana y Ricardo, que eran los últimos, la habitación se quedó llena de un aire tranquilo y oscuro. La única luz de la habitación venía de la chimenea.
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