Todo estaba oscuro y las sombras envolvían el cuerpo yacente sobre la cama. La habitación no era grande; no daba más que para una cama de matrimonio, una mesilla de noche y una gran estantería colocada al lado de la cama; justo enfrente de un par de armarios empotrados. El resto del espacio estaba ocupado por una silla y una pequeña mesa de trabajo. La habitación tenía una gran ventana justo encima de la cama, que en caso de tener la persiana levantada, iluminaría toda la habitación. No era grande, pero era confortable, barata y silenciosa.De al lado de los armarios salía una pequeña puerta que daba a un modesto baño compuesto por un lavabo con un gran espejo, un retrete, un bidé y una gran bañera tapada por dos finas cortinas a cuadros de un material sintético que recordaba al plástico. Podría decirse que era un baño simple y completo al mismo tiempo.
De repente, la radio-despertador colocado encima de la mesilla, comenzó a sonar de forma estrepitosa, rompiendo el silencio de aquel "bunker" silencioso. El hombre, que hasta ahora dormía plácidamente, se despertó dando un respingo junto con un par de jadeos, como quien es arrancado de una pesadilla; y en un movimiento casi reflejo, apagó el despertador.
Héctor estaba desconcertado, miró alrededor como si no supiese donde estaba. La noche había sido movida a pesar de haberse acostado temprano. El sabor amargo que sentía en la boca; junto con el sudor que empapaba sus sábanas le recordaron las dos veces que tuvo que ir al baño para echar los restos de la comida. Pero ahora se encontraba mejor, la fiebre le había bajado y el estómago se le había calmado.
Despacio y adormilado se metió en la ducha y se despejó el cerebro entumecido a base de agua fría y una buena taza de manzanilla caliente. Eran las ocho de la mañana y el sol comenzaba a levantarse perezoso y tranquilo, arrancando a su paso la oscuridad de la ciudad aún dormida. Héctor despertó de su ensimismamiento, se dirigió a la habitación, se puso una camisa blanca y unos pantalones negros, se atusó el pelo, se enganchó el cinturón policial, donde colgaba la placa policial y su pistola, una del modelo USP Compact de 9mm y se dirigió a la puerta del piso para salir. Justo entonces comenzó a vibrar su móvil a la par que sonaba "The final countdown" de Europe.
-¿Inspector Héctor Basalto?-preguntó la voz de un hombre a través del teléfono.-Soy el agente Castillo, del Cuerpo de Policía.
-El mismo.
-Se requiere su presencia en el nº 36 de la calle San Miguel. Se ha producido un asesinato y el cadáver presenta detalles semejantes al del crimen que está investigando desde hace una semana, el de Melissa Jiménez.
-Voy para allá, llamé a mi equipo y gracias por avisar.
-De acuerdo, allí nos vemos.
Diligente y avispado, Héctor salió lo más rápido que pudo del edificio, en algunos momentos parecía incluso que corría. Al salir a la calle notó un viento helador que le revolvió el pelo y le hizo esconderse debajo del cuello de su trenca. Después de haber pasado una noche de fiebre, lo último que quería era quedarse frío.Corrió hasta su coche, arrancó y salió en dirección el centro, mientras todos los datos sobre el que estaba trabajando aparecían desordenados en su mente como una riada en un cauce seco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario