lunes, 13 de mayo de 2013

Frente de tempestad. Capítulo 1 (Parte 2).

Eran las nueve menos cuarto de la mañana, hora punta a la que la mayoría de la gente sale a trabajar; algunos de ellos no tienen una renta suficiente como para tener un coche propio en la ciudad y aprovechan las ventajas y los servicios prestados por el transporte pública; pero aún así el tráfico estaba muy congestionado en las principales calles del centro de Zaragoza.
Conforme Héctor se acercaba a la calle que el agente le había indicado, más despacio parecía avanzar el tráfico.
-Claro, con este viento quien tiene ganas de ir al trabajo andando.- pensó.
Tanta gente en tan poco espacio, estaba empezando a sulfurarse, no aguantaba las grandes multitudes, y menos aún los atascos. Le ponía malo ver cómo tanta gente pitando y de mal humor, demostraba una de las peores facetas del ser humano en sociedad, peleas por llegar a un sitio deseado u odiado, humores que demuestran quién ha dormido bien  y quién no, quién es feliz en casa y quién no lo es en el trabajo. Realmente en situaciones como estas puedes conocer a una persona mejor que muchos de sus amigos.
Héctor recordó la vez que le tocó resolver el caso de aquella pelea a puñetazo limpió que comenzó en un atasco como este y en la que uno de ellos acabó con tres centímetros de navaja incrustados en su brazo.

En cuanto se dio cuenta en que estaba comenzando a divagar, encendió la radio en lo que fue casi un acto reflejo. No quería enfadarse ya por la mañana, no cuando iba a ver a un cadáver. No era el momento de sucumbir a la mente, tenía que estar fresco, tenía que estar avispado, no empanado.

Al poco rato, pudo sacar el noche de aquel torrente mecánico, tomando una de las callejuelas auxiliares de la gran avenida por la que pasaba. No era la primera vez que estaba por corredores estrechos; de hecho, tan solo un par de años atrás solía ir a una pequeña chocolatería de esa calle, donde servían unos churros que podían templar a un muerto.
Al meterse por allí pudo avistar una cinta amarilla que rodeaba la parte externa de uno de los bloques de pisos; así como un par de coches de policía, una ambulancia y un montón de personal técnico que no paraba de entrar y salir del edificio. Aparcó el coche como pudo y fue a paso vivo hacia el lugar del crimen.
-Inspector Héctor Basalto, se me ha pedido que acuda a este lugar.-comentó a un joven enfermero que estaba preparando una especie de camilla.
-Hola inspector, el resto de su equipo le espera en el lugar del crimen; el segundo piso a la derecha. Póngase unos guantes para evitar estropear las pruebas.

Subió arriba sin decir nada más; tomó unas escaleras hasta el 2º piso, fue a la derecha tal como le habían dicho y entró en un piso algo lúgubre y muy desordenado; de lo que dedujo que había habido un forcejeo o una pelea. A pesar de la cantidad de gente que había, su cerebro se centró únicamente en observar. No escuchaba ni hacía caso a conversaciones ajenas. Solo observaba. Entonces allí la vio, una mujer desnuda dentro de una gran bañera y con tres perforaciones en el pecho, causadas seguramente por una navaja o un cuchillo, con el pelo suelto y rodeada de hojas con una forma curiosa. Ese cabrón había vuelto a hacerlo. Había vuelto a matar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario