lunes, 27 de agosto de 2012

Viaje mochilero por el norte de Teruel.

El pasado jueves 23 salí de mi casa, en Calamocha, para comenzar mi primer viaje de mochilero, el cual tendría final  en la puerta de la iglesia de Báguena el viernes 24. Ha sido una experiencia increíble e inolvidable, porque cuando vas andando de pueblo en pueblo, aprecias mucho más el paisaje y aprendes a valorar más los sitios a los que vas.

Llevaba ya alrededor de una semana planeando hacer una escapada con los amigos, algo sencillico, ir a Anento, un pueblo situado en el suroeste de la Provincia de Zaragoza; pero cuando lo propuse resultó que a nadie le venía bien esas fechas, y preferían pos ponerlo. Yo me quedé un poco frustrado, pues tenía muchas ganas de ir, así que decidí irme yo solo.



Así que me preparé una mochila con un saco de dormir, un toalla, un libro y alguna que otra cosa que es indispensable para irte de excursión (prismáticos, navaja, brújula, mapas,....) y reservé una noche en el albergue de Anento. Salí el jueves a las 8:15 de la mañana, para salir con la fresca. Cogí el camino que lleva de Calamocha a Luco y en la entrada de éste había un cartel que ponía: Luco de Jiloca: 8,7 km. Comencé mi aventura muy animado, viendo el paisaje del bosque de rivera y los campos de cultivo calamochino; pero rápidamente me di cuenta de que había llenado mi mochila demasiado. Aun así no me desanimé, pase a las 9:50, y me di cuenta de mi ritmo lento. Aumenté la velocidad y en viente minutos ya estaba en Luco.

Allí tome el camino que lleva hasta Burbáguena (5,7 km) y retomé la marcha animoso y alegre. A mitad de camino paré a beber un poco de agua y aproveché para ponerme crema y sacarme las gafas de sol, pues este ya empezaba a pegar fuerte. Así, llegue a Burbaguena a las 12 menos cuarto, y a la sombra de un buen chopo, me senté, me saqué una pera y descansé unos quince o veinte minutos. Tomé el camino que llevaba a Báguena (3,2 km) y llegué a esta a la 1: 20, más o menos. Me metí a un bar y me tomé un coca-cola.

Allí decidí seguir con el camino y comer ya en Anento el cual no sabía a cuanto estaba de distancia, así que cogí mi bastón y me puse a andar. Eran casi las dos de la tarde, 44ºC, con una mochila en las espalda que pesaba más de diez kilos sin exagerar y con 17 km de toda la mañana. Se me hizo eterno ese tramo y por fin llegué a un desvío que ponía: "Anento-2km". Lo cogí y a los doscientos metros vi un canchal con sombrica y me senté a comer en él. Animado y con las pilas recargadas seguí caminando, llegando al albergue de Anento a las 15:15.



Después de una buena ducha fría y de una siesta de un par de horas salí a ve el pueblo, visitando la iglesia, que tiene un retablo gótico digno de una catedral, y el castillo del siglo XII. Al día siguiente salí temprano y fui al Aguallueve de Anento, con un bosque de rivera precioso, y me subí al torreón celtíbero, pudiendo disfrutar de una visión de toda la zona. Al volver al pueblo, volví a coger el camino que llevaba a Báguena y en una hora ya estaba allí. Me senté en un banco enfrente de la iglesia y me comí un bocadillo de almuerzo mientras esperaba a que mi padre llegase para recogerme,  de esta manera, en la puerta de la iglesia de Báguena terminó mi viaje.

Como conclusión saqué que viajar de mochilero, aunque sea solo, es una experiencia mucho más positiva y educativa que el turismo de hotel, pues dependes de ti y además aprendes a ver de otra manera la zona que visitas.





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